Sunday, December 19, 2010

Pronto la lluvia pudo despegarse de tu piel; y de tus ojos, las nubes. La luna negra esclareció, las estrellas brillaron y pronto no estuviste en cada una de ellas. Dejé de contemplar amaneceres desde mi ventana, ni mucho menos idealizarte entre mi cuello. Eso sí, siguió lloviendo cada sábado desde que te fuiste... Pero pronto comencé a dejar de recordarte. A dejar de esperarte. Llovía, sí, llovía y por momentos dejaba que se me escapen esas ganas de quererte. Las dejaba libres apenas un instante para volver a atraparlas fuertemente con mi mano izquierda and keep them there. Bien atrás del corazón.
Los segundos se volvieron segundos. Segundos. Nada más. Insignificantes momentos de eternidad que antes sólo eran uno menos.

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